Maureen O’Hara, una de las actrices más emblemáticas de Hollywood, era conocida por su fuerza, belleza y destacadas interpretaciones en una amplia gama de películas. Sin embargo, detrás de la cámara, su relación con John Wayne, una figura imponente del género western, sigue siendo una de las historias más enigmáticas de Hollywood. Durante décadas, se rumoreó que su amistad era mucho más que eso, aunque ambos negaron cualquier relación romántica. Sin embargo, recientes revelaciones de sus familias han arrojado luz sobre la profundidad de su vínculo, que duró décadas, alimentado por el respeto mutuo y un amor compartido por el cine.
En 1950, el camino de O’Hara se cruzó con el de John Wayne por primera vez en Río Grande, dirigida por John Ford. La película marcó el comienzo de una colaboración profesional que se extendería a varias películas, la más notable fue El hombre tranquilo (1952), donde la química en pantalla de O’Hara y Wayne cautivó a los espectadores de todo el mundo. A pesar de las duras condiciones de rodaje en la campiña irlandesa (donde O’Hara corrió descalza por un campo rocoso, lastimándose los pies en el proceso), su dedicación y dureza le valieron la admiración de Wayne, quien le regaló unas botas forradas de piel de cordero para aliviar su dolor.
Su vínculo se profundizó con los años, y a menudo se describía a O’Hara y Wayne como hermanos. Wayne, conocido por su personalidad de tipo duro, mostró un lado más tierno cuando se trataba de O’Hara, e incluso una vez detuvo una escena peligrosa en Río Grande para asegurarse de que ella estuviera a salvo. Su asociación se volvió legendaria y The Quiet Man sigue siendo una de sus películas más celebradas, recibiendo elogios de la crítica y fortaleciendo el turismo irlandés.
Aunque la relación en pantalla de O’Hara y Wayne estuvo llena de tensión y pasión, ambos siguieron siendo amigos íntimos durante décadas. A pesar de su innegable química, ambas estrellas negaron continuamente cualquier relación romántica, y O’Hara celebró una famosa conferencia de prensa en 1952, en la que declaró que su único amor era su carrera. Wayne, por su parte, expresó con frecuencia su admiración por O’Hara, llamándola “el mejor chico que conozco” en un estreno en 1957.
Tras bastidores, la amistad entre O’Hara y Wayne se basaba en el respeto. El hijo de Wayne, Patrick, reveló que su padre mantuvo una foto enmarcada de O’Hara en su mesilla de noche durante 30 años, incluso durante sus múltiples matrimonios. O’Hara, por su parte, habló con cariño de Wayne y dijo que siempre estuvieron el uno para el otro. Esta profunda conexión continuó incluso en sus últimos años, cuando O’Hara visitó a Wayne durante su batalla contra el cáncer en 1979. Su visita fue uno de los últimos momentos de claridad para Wayne antes de su fallecimiento el 11 de junio de 1979.
La vida personal de O’Hara fue mucho más tumultuosa que su amistad con Wayne. Su primer matrimonio, a los 19 años, fue con George H. Brown, una decisión rápida de la que luego se arrepintió. Su segundo matrimonio con el cineasta William Price le trajo una hija, Bronwin,
Pero también tuvo que hacer frente a intensos problemas emocionales y económicos. Después de años de penurias, O’Hara solicitó el divorcio en 1953 y, finalmente, saldó las deudas de su exmarido.
Después de dejar la actuación a fines de la década de 1960, O’Hara disfrutó de una vida pacífica con Charles Blair, un reconocido piloto, con quien se casó en 1968. Juntos, construyeron una vida de aventuras y amor, hasta que Blair murió trágicamente en un accidente aéreo en 1978. Aunque O’Hara regresó a la actuación para papeles selectos, incluido un papel en Big Jake (1971) con Wayne, se centró más en su familia y su comunidad.
En sus últimos años, O’Hara recibió el reconocimiento que se merecía. En 2014, a la edad de 94 años, recibió un premio honorífico de la Academia por su trabajo de toda una vida. El reconocimiento llegó solo unos meses antes de su fallecimiento en paz el 24 de octubre de 2015. Cuando murió, rodeada de sus seres queridos, O’Hara supuestamente estaba escuchando música de The Quiet Man, la película que definió gran parte de su carrera.
El legado de Maureen O’Hara es de coraje, belleza y talento innegable. Su amistad con John Wayne, aunque nunca se llegó a comprender del todo, sigue siendo una de las relaciones más memorables de la historia de Hollywood. Ambas estrellas son recordadas por sus icónicas carreras, pero son las historias de su genuina amistad, los momentos que compartieron dentro y fuera de la pantalla, las que siguen cautivando los corazones de los fans de todo el mundo.